¿Cuándo la comunicación nos aleja?
• Cuando nos herimos a nosotros mismos y herimos a los demás.
• Cuando emitimos juicios moralistas que presuponen error o maldad en todo aquel que no actúa de acuerdo con nuestro sistema de valores.
• Cuando hacemos uso de comparaciones que bloquean la compasión.
• Cuando no somos conscientes de nuestra responsabilidad con respecto a todo lo que pensamos, sentimos y hacemos.
• Cuando comunicamos nuestros deseos en forma de exigencias.
¿Cuándo la comunicación nos acerca?
• Cuando abrimos en ella un espacio seguro: Hay temas de los que nadie quiere hablar. Nadie los menciona, están simplemente ahí, debajo de la superficie, bloqueando la comunicación de corazón a corazón. El proceso de diálogo proporciona un espacio seguro para estas conversaciones.
• Cuando el silencio y la pausa forman parte de ella: Cuando hablo y me expreso, introducir pausas y silencios me ayuda a encontrar lo que realmente quiero decir. Más aún: lo que realmente “quiere ser dicho”, que surge de un estrato más profundo que el de los pensamientos, opiniones o emociones: Esto ocurre cuando me detengo, respiro y me escucho a mí mismo atentamente.
• Cuando cada uno habla desde el “yo”: Hablar en base a la propia experiencia y utilizar la palabra “yo” es una pauta importante para estar presentes en nuestro hablar. Hay una gran diferencia entre decir “me estás (tú) hiriendo” a decir “me estoy (yo) sintiendo herido con lo que expresas”. Hablar desde el “yo”, desde la propia experiencia, supone hablar desde el alma, desde el corazón. Utilizar “yo” implica asumir la responsabilidad sobre lo que se dice. Hablar de esta manera nos conecta.
• Cuando nos comunicamos desde el corazón: Un aspecto de escuchar con el corazón es escuchar al propio corazón antes de abrir la boca. En las conversaciones habituales esto ocurre muy pocas veces, nuestro hablar es demasiado a menudo automático. Para escuchar al corazón antes de hablar, es necesaria una dosis de valentía ¿Y si aprovechan lo que digo en mi contra? ¿Y si se ríen? ¿Y si me ignoran? Las recompensas para el que asume este riesgo son extraordinarias. En primer lugar, experimento la maravilla de expresar mi verdadero yo. Siento además la intimidad y la sensación de relacionarme de verdad con el otro, de conectar de corazón a corazón.
• Cuando preguntamos para clarificar, no para manipular: La pregunta ayuda a profundizar la comunicación. Es la pregunta de aclaración, de profundización, que invita a dar otra vuelta de tuerca a nuestro diálogo. ¿Qué quieres decir con esto...? ¿Cómo te sientes en esa situación?... Pero también podemos utilizar las preguntas manipuladoras, las que en vez de abrir el campo de exploración, tratan sutilmente de llevar al otro a nuestro terreno: ¿No crees que...?
• Cuando respondemos en vez de contestar: Nuestra cultura premia encontrar contestaciones. La atención plena nos enseña a escuchar respuestas. Es cuestión de entrenarte en reconocer tu voz interior. Respira unas cuantas veces antes de responder a una situación, pregunta o comentario. Durante esos pocos segundos pregúntate cual es la respuesta y escúchate. Ten presente que no buscas una contestación; estás poniéndote a la escucha de una respuesta. Observa que lo que quieres decir, que surge del ego, importa menos que lo que quiere ser dicho, que nace de tu sabiduría interna. Para, respira, observa, escucha, practicando la paciencia amablemente contigo mismo ¿Te suena?
Fuente: Escuela Española de Desarrollo Transpersonal
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